Anoche, la luna cayó demasiado rápido del cielo. Nos atrapó, nos acunó y dejando una lágrima en el aire…se esfumo para olvidarnos.
Ansiaba la juventud pasada…la ansiaba con tanta fuerza que hice temblar a las nubes…incesantes nos contemplaron a la intemperie…bajo las sábanas de la agonía, desnudos ante la oscuridad de la nada.
Te tapé la boca…con mis gélidas manos…y no te resististe.
Te tapé la boca para que no dijeras nada, y solo susurrases, gimieses o suspirases al contemplar mi presencia.
Y así fue. Apenas se escuchaban nuestros propios corazones latiendo al unísono, movidos por la más primaria excitación.
Dejé que mis dedos se perdieran por tu nuca, mientras movías la cabeza de un lado al otro, buscando encontrarlos...para sentir simplemente la satisfacción de esas caricias…quizás inoportunas pero deseadas.
Decidiste obsequiarme con un nuevo beso. Me emocioné…y quise seguir el compás de tu lengua…tan dulce y harmoniosa… Sonreíste y dejaste escapar una pequeña carcajada, pues te diste cuenta que mi deseo era mayor que mi ternura.
Noté una sensación extraña en mi cuerpo: nacía justo bajo mis pechos y no encontraba la muerte más allá de mi pelvis. No sabía que nombre ponerle a esa sensación…o quizás fuera un sentimiento más arraigado, más profundo…desafiando a la lógica. Me agité, me estremecí cada vez que tu piel rozaba la mía…cada vez que sentía tu boca compartir la mía por segundos que se hacían minutos…pero que pasan demasiado rápido.
Levanté la mirada de tus ojos, y noté el frío de tu distancia, apenas a unos milímetros de mí…te abracé para sentirte cerca, sentirte mío…mientras seguían incendiándose mis entrañas…avivando un fuego que nunca se había apagado pero que había dejado de alumbrar a otros cuerpos.
Nos metimos dentro del coche y tu mano me regaló una caricia que descendió por mi espalda. Demasiado fugaz…demasiado leve…Yo deseaba sentirte más…que me rozaras y sentir tu miembro, ese al que tuve tantas veces en mi boca…sentirlo rozando mis pechos, mi pubis, mi clítoris…sintiéndolo más desafiante que nunca…Pero tu continuabas tirando de las sábanas del romanticismo pues pensabas que era lo que yo deseaba. No te detenías a mirar mis ojos…solo querías analizar mi mente y la lascivia se extendía desde mi negra pupila hasta mi iris…lascivia, deseo, lujuria…ganas de que cogieras mi cintura, y de forma compulsiva me tirases al suelo para empezar a comerme el cuerpo con tu boca. Ganas de que tocaras mis pezones con las puntas de tus dedos…ganas de que me abrazaras hundiendo sobre mi el peso de tu cuerpo y tu miembro eréctil, rosado, ardiente…
Lamentablemente para mí…seguías tirando de las sábanas del romanticismo…sábanas que yo estaba mojando con mi deseo.
No lo resistí más, y cogí tu mano y la llevé a mi templo húmedo. Te quedaste parado, inquieto y me miraste, por fin, a los ojos. Sonreíste, entendiste que no quería más caricias hermosas por el momento…entendiste en un solo segundo lo que realmente necesitaba en aquel preciso instante.
Caminamos con rapidez, y nos encaminamos hacia mi casa. El trayecto era corto pero nos paramos en cada esquina oscura a fundir nuestras lenguas, a tocar nuestros cuerpos, a lamer nuestros sexos arriesgándonos a que algún gato nos mordiera la vergüenza.
Llegamos…mis padres dormían…todo estaba en silencio…y en mi oscura cueva, mi cama deshecha esperaba cobijarnos, al menos, durante unas horas.
Nos lanzamos sin rumbo fijo sobre el viejo edredón. Tu cuerpo empezó a temblar y la cama empezó a quejarse…te besé e hice que me mirarás de nuevo para que se calmaran tus nervios; no sirvió de mucho…pero me gustaba ese temblor…mezcla de miedo e irrefrenable excitación.
Con mi nariz recorrí tu cuerpo desde tu barbilla hasta la punta de tu erguido pene que me pedía un beso. La besé poniendo en ese acto todo mi empeño. Vibraste, temblaste, gozaste…y mis besos eran cada vez más profundos, menos dulces, más eróticos. La lamí una y otra vez hasta que no pudiste guardar tu potente furia animal. Me cogiste los brazos casi haciéndome daño, y me postraste en el lecho, boca arriba. Casi con rabia chupaste mi cuerpo…centrándote en mis pezones firmes, suaves, firmes…y retomando la calma me penetraste…suave, casi de forma imperceptible…acariciando mis nalgas…escondiendo tu rostro en mi cuello…mojando con tu sudor mi cuerpo inmóvil...
Latigazos de placer se sucedieron. Embestidas cada vez más complejas, llevándome a la locura. Me entregué, te entregaste…te besé, me besaste…te inundé con mi fluido de diosa y tu me diste de beber tu néctar, tu dulce agua de frenesí…tu culminación masculina llevada a su forma más delictiva y lúbrica.
La cama dejó de gritar. Yo dejé de morder mi almohada, y solo me diste unos minutos de descanso…solo unos minutos consumidos por un cigarrillo que casi pude encender con mi cuerpo.
De nuevo te entregaste por completo haciéndome enmudecer, vibrar y paralizarme…haciéndome empapar todo mi cuerpo, por dentro y por fuera…haciéndome casi llorar por sentirme tan afortunada al gozar de tanto y tanto placer.
Pero acabaste y te fuiste. Me dejaste un abrazo. Y ese recuerdo que aún me hace cerrar las piernas por la satisfacción. Me dejaste esa ensoñación que sigo poseyendo cada noche para tener un orgasmo…me dejaste esa agradable sensación…
Hoy he llegado a casa y me he encontrado con el vacío de tu ausencia. Pero dentro de esas paredes aún podía olerse el sexo…la depravación…
Es hora de imaginarte…
El olor de las sábanas limpias pero cubiertas de tu aroma me produce una sensación de bienestar. Mi pelo cae por encima de mis hombros. La soledad me acompaña, la música del silencio se adentra en mis oídos. Miro hacia el techo…veo el color blanco de las paredes de mi cueva. De repente, me pongo a imaginar…veo una caricia, escucho una mirada, abrazo unos labios tan lejanos como ausentes. Mis músculos se contraen…me deslizo de forma rauda por mi almohada y percibo el aroma de miles de violetas. La vista se nubla, los pechos apuntan hacia ninguna parte, las piernas toman una decisión independiente a la del resto del cuerpo. Araño las paredes…muerdo mis manos reprimiendo el deseo animal que me aturde, y me excita, y me cansa…me falta el aire…solo puedo sentir el calor de mi propio aliento….me encierro dentro de ese océano de sábanas, ahora mojadas, y grito, deshaciéndome de la mordaza de lo impúdico…grito, me desarmo de placer e intento conciliar el sueño.
Ahora voy a buscarte en mis sueños. Quizás me despierte con tu esencia.
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